¿Es Banksy el artista plástico más importante de los últimos tiempos?

Probablemente no, aunque es discutible. Por otro lado, hasta sus más acérrimos detractores no se atreverían a negar que está entre los más exitosos. Su exhibición en Los Angeles, “Barely Legal”, vendió todo a una audiencia de celebridades; su documental “Exit Through the Gift Shop” ya tiene estatus de culto y será estudiado en Universidades por siempre; “Dismaland”, su parque de diversiones distópico, superó cualquier expectativa de asistencia y generó cerca de 30 millones de Dólares para la localidad que lo alojó; su exhibición itinerante en NY, “Better Out Than In”,  dio lugar a una cacería de arte a través de la ciudad e inspiró el documental “Banksy Does New York”. Y eso es sin mencionar su negocio vendiendo prints, autentificadas por Pest Control, del cual poco se habla pero seguramente genera extensas ganancias.

De más está decir que su transmediática carrera comenzó en las paredes, de las cuales en el presente algunas están protegidas con plexiglass, otras fueron robadas y subastadas y la mayoría fue eliminada. En el artículo que la revista del Smithsonian le dedicó al artista, el autor relata: “Un porcentaje de su trabajo existe sólo en memoria, o fotografías. Cuando recientemente di vueltas por Londres, buscando los 52 ejemplos previamente documentados del street art de Banksy, 40 trabajos habían desaparecido completamente, pintados de blanco o destruidos”. Una de las características del arte callejero es su existencia efímera, lo cual normalmente es desalentador, pero en este caso en particular crea escasez y demanda.

En el corazón de todo el éxito, también podría discutirse, está el mensaje “contracultural”, “antisistema” e “inspiracional” que caracteriza su obra. La gráfica es fantástica, simple y efectiva; la ejecución y ubicación de las obras parece un truco de magia; pero lo que genera el mayor impacto es lo que dicen y/o sugieren las piezas. Su crítica a la guerra y al estado policial dentro del que vivimos. Su burla al culto que le rendimos a las celebridades. Sus filosas reflexiones sobre la mezcla del mundo del arte con el comercio. Alusiones a la inocencia perdida de la juventud. El señalar al elefante en el cuarto que solemos ignorar: la pobreza dentro de la que vive la gran mayoría del planeta. Y quizás el principal, como el consumismo nos consumirá.

Todo esto, el lector perspicaz ya intuyó, genera una profunda contradicción que es difícil de ignorar: ¿no es Banksy mismo parte de todo eso? ¿Tienes derecho a ir en contra del sistema si te beneficias de él, si eres parte integral del mismo? ¿Existe cierta hipocresía en sus acciones? ¿o lo estamos juzgando muy severamente? Quizás, además se puede esgrimir el argumento contrario: ¿Venció Banksy al sistema? ¿Se burló de los poderosos y los hizo ver como tontos, para luego cobrarles? O aún más interesante, ¿es el producir dinero parte integral de su obra, lo que la hace especial? Los artistas callejeros que pueden vivir de su producción se pueden contar con una mano, después de todo. Una carrera exitosa esparciendo mensajes contraculturales podría considerarse su más grande burla.

En cuanto al público la opinión está dividida. En Debate.org sólo unos cuantos puntos porcentuales lo declaran un vendido al sistema por sobre los que piensan lo contrario. En Reddit, sin embargo, la pregunta no despertó mayor interés y los cinco que respondieron se mostraron en desacuerdo con la idea.

A su favor, Lisa P del blog Shoot the Messenger dice: “Aquí hay una persona que no sólo arriesga su libertad personal, sino también su propia seguridad, para crear estas imágenes que provocan la reflexión en algunos de los lugares más peligrosos del mundo. No para obtener ganancias financieras, sino para difundir amor de una manera que cualquier persona de cualquier origen puede entender.” En su contra, el Newyorkino Billy Leroy le dijo a The Daily Beast: “Banksy es una entidad corporativa. Lo cual es cool. Ha hecho mucho dinero. Dios lo bendiga. Todos estamos intentando ganar dinero. Pero no te hagas pasar por un artista callejero forajido. Ese es el problema que tengo con esto.

Para terminar, debemos darle la palabra al protagonista, el cual por supuesto ha recibido estas críticas antes. En un correo-e que le mandó a la revista The New Yorker para completar este artículo, dijo: “Me han llamado vendido, pero regaló miles de pinturas de gratis, ¿cuántas más quieren? Creo que era más fácil cuando era el underdog, y tenía mucha práctica en eso. El dinero que mi trabajo genera estos días me pone un tanto incómodo, pero ese es un problema fácil de resolver – dejas de lloriquear y lo regalas todo. No creo que es posible hacer arte acerca de la pobreza mundial y luego quedarte con todo el efectivo, eso es demasiada ironía, incluso para mí. Me encanta como el capitalismo encuentra un lugar incluso para sus enemigos. Definitivamente la industria del descontento está en auge.”.

Y ahí lo tienen, expuesto el caso y todas sus aristas, lo único que le falta es su opinión. ¿Es Banksy un genio o se vendió? ¿Era mejor antes o se ha mantenido firme? ¿Confían en él aunque nunca han visto su cara? Por otro lado, ¿se nos olvida algo? ¿Hay alguna faceta de la situación que no estemos tomando en cuenta? En este artículo en particular necesitamos de sus opiniones para completar la obra.

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